El pedagogo by Clemente de Alejandría

El pedagogo by Clemente de Alejandría

autor:Clemente de Alejandría [Clemente de Alejandría]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Divulgación, Filosofía
editor: ePubLibre
publicado: 1988-01-01T00:00:00+00:00


4 Usan también la esencia de lirio y de cipre; el nardo goza de renombrada fama entre ellos, como también el ungüento de rosas y otros, que aún emplean las mujeres: perfumes secos y húmedos, en polvo y para quemar. Porque 5 cada día se inventan, para colmar sus deseos insaciables, perfumes inagotables, razón por la cual hacen gala de una total falta de gusto.

Las mujeres ahúman y rocían sus prendas, su cama y su casa. ¡Casi puede decirse que el refinamiento del perfume fuerza también a los orinales a despedir buena fragancia!

65 Yo estoy plenamente de acuerdo con aquellos[623] que, exasperados por esta manía, llegan a tener tal horror a los perfumes porque afeminan la virilidad, que hacen expulsar de las ciudades que gozan de sanas costumbres a los fabricantes, a los perfumistas o, incluso, a quienes se dedican a teñir tejidos de lana bordados. Y es que no es lícito que las prendas adulteradas y los aceites olorosos 2 se introduzcan en la ciudad de la Verdad. Es absolutamente necesario que los hombres, en sus casas, no huelan a perfume, sino a nobleza, y que las mujeres exhalen olor a Cristo, ungüento de reyes, y no olor a polvos y a perfumes, y que se unjan del perfume inmortal de la moderación y se regocijen con dicho perfume santo, que es el Espíritu.

3 Es el tipo de ungüento que Cristo prepara para sus discípulos, bálsamo de excelente aroma, compuesto de esencias celestes. El Señor se ha ungido con este perfume, como dice David: «Por eso, Dios, tu Dios, te ha ungido con óleo sobre tus compañeros. Aroma a mirra, aceite perfumado y laurel canelo despiden tus vestidos»[624].

66 No obstante, no sintamos repugnancia por los perfumes como los buitres o los escarabajos —pues éstos, según se dice, mueren si se les embadurna con perfume de rosa—, sino tratemos, mejor, de elegir para las mujeres algunos perfumes que no atonten al hombre, puesto que el abuso de aceites perfumados huele más a funeral que 2 a vida comunitaria. En efecto, el aceite mismo es enemigo de las abejas y de los insectos[625]; además, mientras que presta un gran servicio a unos hombres, a otros, en cambio, los convoca a la lucha. Asimismo, a los que antes eran amigos, una vez untados, los convierte en adversarios en el estadio, prestos a batirse en las competiciones atléticas[626].

¿No creéis que el perfume, que no es más que un aceite suavizado, puede muy bien afeminar los hábitos viriles? Sin duda. Así como hemos impedido el placer excesivo 3 del gusto, así también rechazamos de la vista y del olfato el placer, no sea que a esta intemperancia que hemos desterrado le facilitemos el acceso al alma, por medio de los sentidos, como puertas desprovistas de guarnición.

67 Cuando se dice que el Sumo Sacerdote, el Señor, ofrece a Dios el oloroso perfume, no debe entenderse que se trata de un sacrificio y un delicioso olor de incienso[627], sino que ofrece a los altares el don agradable de la caridad, la fragancia espiritual.



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